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UN MUNDO ENVENENADO

Artículo de la revista Entremundos y escrito por Valeria Ayerdi
Febrero 2009

 

De acuerdo a un comunicado emitido por la coordinadora nacional indígena y campesina (CONIC), a propósito de las semillas y sus productos nos dicen: “en muchas comunidades al maíz, al frijol y a otros granos básicos ya no se les trata como antiguamente lo hacían nuestros abuelas y abuelos: con cariño, con gratitud, con fiesta, incienso y candelas, y sobre todo con ternura, ahora solo se les trata como a otro objeto necesario para vivir. La cosmovisión maya nos dice que no se debe tirar, pisotear, desperdiciar, ni quemar un solo grano. Dice también que no se les debe tocar sin antes haber recibido el secreto de abundancia.

 
Tampoco tocarla si ya es de noche; de lo contrario se asusta y se retira la abundancia. Otra enseñanza es que para la siembra hay que esperar la luna llena, y presentar la semilla ante el Ajaw Q´anil” y así se evitan enfermedades y plagas en el proceso de crecimiento”.
 

¿Qué está pasando en el mundo para que los pequeños agricultores hayan caído en la ruina no solo en este país sino alrededor del mundo? Una de las teorías sugiere que el capitalismo en vez de conciliar los extremos clase baja-media-alta está desapareciendo la clase media y desapareciendo los medios de subsistencia de la clase baja, pues este sistema necesita producir hambre y desprotección social antes de producir riqueza donde ya esta acumulada. Es por ello que los pequeños agricultores están desapareciendo, han sido desarraigados de sus tierras, su cultura y su forma de vida en pro de integrarse al mercado laboral y al consumo en manos de las grandes empresas. Esto aunado a que los nuevos cultivos en el mercado con la ayuda científica de grandes multinacionales, ha logrado bajar los costos de la agricultura, acaparándola en manos de unos pocos y dejando fuera en un competencia más que desleal quienes siguen viendo Q´anil (el anual de las semillas según la cosmovisión maya) en sus cultivos.

Las grandes multinacionales han logrado bajar estos costos a través de las semillas transgénicas, un transgénico o un organismo modificado genéticamente (OMG) es un organismo vivo que ha sido creado artificialmente manipulando sus genes. Las técnicas de ingeniería genética consisten en aislar segmentos de ADN (el material genético) de un ser vivo (virus, bacterias, vegetal, animal e incluso humano) para introducirlos en el material hereditario de otro. La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies para crear seres vivos que no existían en la naturaleza. Los cual significa que mezclan elementos genéticos de especies que pertenecen a reinos distintos y que de manera natural nunca se habrían combinado (plantas con bacterias, por ejemplo).

Estos organismos de laboratorio -que no han sido debidamente evaluados- están siendo incluidos en los alimentos sin informar de ello a los consumidores. Por ejemplo, el maíz transgénico que se cultiva en España lleva genes de bacterias que le permiten producir una sustancia insecticida.

A grandes rasgos, hay problemas medioambientales (destrucción de biodiversidad, contaminación), de salud para quienes lo consumen (por la alteración del alimento y por el aumento de uso de pesticidas), de desigualdad social y hambre (repercusiones sobre los campesinos y su entorno), de irreversibilidad (la contaminación genética se reproduca a sí misma) y otros tanto que la ciencia aún no ha revelado.

 

 

 

La toxicidad es una amenaza para la biodiversidad y la vida silvestre, y numerosos estudios han puesto en evidencia que es prácticamente imposible impedir la dispersión del polen de los cultivos trasgénicos, evitando totalmente la polinización no deseada de otros cultivos y contaminación de ecosistemas.

Y por si esto fuera poco, los OMG creados por empresas están en las manos de esas mismas, convirtiéndose en un arma poder que lejos de constituir un medio para luchar contra el hambre, aumenta los problemas alimentarios. Los países que han adoptado masivamente el uso de cultivos transgénicos son claros ejemplos de una agricultura no sostenible.

Las ventajas son nulas excepto para un sector social: los millonarios que dirigen las multinacionales agroindustriales.

La empresa multinacional Monsalto tiene el 80% del mercado de las plantas transgénicas, seguida por Aventis con el 7%, Syngenta (antes Novartis) con el 5%, Basf con el 5% y Dupont con el 3%. Estas empresas también producen el 60% de los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales.

Casi dos tercios de los cultivos transgénicos que se producen en el mundo se encuentran en los Estados Unidos (59%), aunque la superficie plantada de cultivos transgénicos  en este pais sigue creciendo. Y se ha incrementado también en países como argentina (20%), Brasil (6%), Canadá (6%), China (5%), Paraguay (2%), y Sudáfrica (1%) sus plantaciones.

Parte de la ayuda alimentaria que Guatemala recibe de EEUU y el programa mundial de alimentos (PMA) contiene maíz transgénico prohibido para el consumo humano en este pais, alertaron organizaciones de la sociedad civil. La denuncia fue hecha por varias agrupaciones aglutinadas en la Alianza Centroamericana en Defensa de la Biodiversidad, luego de un muestreo efectuado en la región: uno de los tipos de maíz hayado en Guatemala contenía la variedad Starlink producida por la empresa Aventis, la cual esta prohibida para el consumo humano por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, con sus siglas en inglés).

En otras muestras analizadas se encontró la variedad GA21, que se comercializa en la trasnacional Monsalto, cuyo uso no esta autorizado en la Unión Europea.

Las muestras fueron tomadas de la ayuda alimentaria enviada por la agencia estadounidense internacional para el desarrollo (USAID o sus siglas en ingles), a los departamentos de Huehuetenango, Alta Verapaz y Chiquimula.

La negativa de la mayoría de gobiernos latinoamericanos a establecer que se indique en las etiquetas si un producto es transgénico, no solo viola el derecho de los consumidores a estar informados, sino también su libertad de elegir.

En diciembre del año pasado, la organización ambientalista Greenpeace México presentó la “Guía Roja y Verde de Alimentos Transgénicos”, que clasificó unos 250 productos alimenticios como “verdes” cuando los fabricantes han garantizado no usar organismos genéricamente modificados ni sus derivados entre sus ingredientes, o “Rojos” si las empresas se negaron a dar información sobre sus políticas de compra y uso de transgénicos, o no fueron capaces de certificar que sus productos no contienen esos ingredientes.

En todo caso no se trata de alarmar al mundo sobre la existencia de transgénicos en casi toda nuestra comida y cultivos. La discusión debería ser la falta de ética de los gobiernos y las compañías quienes han decidido hacer a un lado a la gran mayoría y tomar decisiones sobre lo que comemos y consumimos.

Valeria Ayerdi, editora de EntreMundos

 

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